Pasos cortos, miradas largas.
Vida rencorosa, amor eterno.
Intentos fallidos, felicidad completa.
Palabras mudas, sonrisas infinitas.
Insomnio constante, besos profundos.
Tiempo faltante, sentimientos verdaderos.

Y ella lo vio a lo lejos, observándola.
Y supo que cada segundo de su vida sería junto a él.
Y pensaron "¿Qué importa?"
Y se amaron hasta quién sabe qué.
¿Cómo entender lo inmensamente profundo que hay en tus ojos? Es esa droga infinita que necesito para estar en pie, esas palabras ácidas que rompen el medio de mi alma. No quiero seguir expresando palabras si no importa su contenido, no quiero seguir intentando limpiar las heridas si en tus labios seguirán estando intactas. No quiero llorar. No quiero llorar pero lo hago a cada segundo, lo hago porque tu cuerpo no está junto al mío, silencioso.
No puedo dejarte ir, no quiero dejarte ir. Te necesito más que a mi propia alma, más que a mis ojos de vidrio empapados mirándote. Son esas cosas que nunca van a entender. Podría dejar mi vida entera para verte sonreír, para mirar tus ojos profundos, para acariciarte y no olvidar jamás.
Es esa necesidad de besar hasta el último rincón de tu alma lo que no me deja dormir, esa es la razón por la que me despierto pensando que odiaría perderme y no amarte nunca más. Lloro. Lloro porque si eso pasara no habría otra salida, simplemente acostarme a escuchar mi vida pasar. Y, ¿Por qué hacerlo? Si puedo vivir la vida que necesito, a tu lado, mirándote sonreír, besando tu espalda.
No me dejes en mis manos porque no resultaría, no me alcanza mi peso para sostenerme. Nunca había sido feliz y ya no lo sería, ya no me vería mas en tu sonrisa.
Dejar de mirar mis palabras, o dejar de escribirlas, sería rendirme. Nunca podría hacerlo, no ante esos ojos inmensamente profundos.